TEORÍAS ÉTICAS

TEORIAS ÉTICAS PLANTEADAS A TRAVÉS DE LA HISTORIA

1.1  SOCRATES (469 – 399 a.C.)


El filósofo griego Sócrates fue el primero en mantener dicha postura ética. Para este pensador, no sólo el bien es algo que tiene existencia objetiva y validez universal, sino que, además, al ser humano le es posible acceder a él. Así pues, Sócrates concibe la moral como un saber. De la misma forma que quien sabe de carpintería es carpintero y el que sabe de medicina es médico, sólo el que sabe qué es la justicia es justo (Filia, 2006).
Por lo tanto, para este filósofo no hay personas malas, sino ignorantes, y no hay personas buenas si no son sabias.

1.2  PLATON (429 – 347 a.C.)

La ética platónica mantiene una estrecha relación con su visión antropológica y metafísica. Alma y cuerpo constituyen dos elementos no sólo distintos, sino irreconciliables entre sí: el cuerpo es la cárcel del alma, el lugar donde ésta se hace esclava de lo material y lo pasional (Blanco, 2013).
Mientras el hombre permanezca ligado a su cuerpo, se encontrará  incapacitado para la felicidad y para el verdadero conocimiento.
1.3  EL HEDONISMO

Etimológicamente, hedonismo deriva de la palabra griega hedoné, que significa “placer”. El hedonismo, como sistema ético, afirma que el bien reside en el placer.
Por lo tanto, es bueno lo que contribuye al placer y lo malo que lo impide.  Se considera hedonista toda doctrina que identifica el placer con el bien y que concibe la felicidad en el marco de una vida placentera (Varo Ángels).

1.4  ARISTOTELES (484 – 322 a.C.)

Según (Varo Ángels) Para Aristóteles el hombre es un ser natural más, por lo que al analizarlo sigue la misma teoría que para el resto de seres, la teoría hilemórfica.
La materia se identifica con el cuerpo, y la forma con el alma. Esta unión del cuerpo y el alma es una unión sustancial. (Para Platón se trataba de una unión antinatural). El alma no podrá existir separada del cuerpo, por lo que Aristóteles niega la inmortalidad del alma.
Será el principio vital, es decir, aquello que dota de vida a los cuerpos, por lo tanto, todos los seres vivos tendrán alma.


1.5  EL ESTOICISMO

La ética estoica se basa en una particular concepción del mundo: éste se encuentra gobernado por una ley o razón universal (logos) que determina el destino de todo lo que en él acontece, lo mismo para la naturaleza que para el ser humano (Diógenes Laerecio).
Por lo tanto, el ser humano se halla limitado por un destino inexorable que no puede controlar y ante el que sólo puede resignarse.

1.6 TOMÁS DE AUINO (1226 – 1274)

Tomás está de acuerdo con Aristóteles en la concepción teleológica de la naturaleza y de la conducta del hombre: toda acción tiende hacia un fin, y el fin es el bien de una acción. Hay un fin último hacia el que tienden todas las acciones humanas, y ese fin es lo que Aristóteles llama la felicidad. Santo Tomás está de acuerdo en que la felicidad no puede consistir en la posesión de bienes materiales Santo Tomás, identifica la felicidad con la contemplación hacia Dios, lo que permite la trascendencia del ser humano, ya que la felicidad terrenal es incompleta, en cambio la fe hacia Dios, va más allá (Constanza, 2012).
Según Santo Tomás permite al hombre elegir la mejor conducta a seguir través de la inteligencia, cuya conducta final sea hacer el bien y cuyo propósito sea evitar el mal.


1.7 EL EMPIRISMO

El empirismo define la experiencia como el conjunto de conocimientos que aparecen en la conciencia con las características de lo claro, concreto, presente y actual, siendo la experiencia un hecho subjetivo. Las impresiones y las percepciones son estados de la conciencia, pero eso no supone que sean el reflejo de una realidad exterior a la propia conciencia.
Se define como acciones particulares calificadas como buenas o malas basadas en la experiencia. Un código moral es un conjunto de juicios a través de los cuales se expresa la aprobación o reprobación de ciertas conductas y actitudes. En este apartado se profundizará en el empirismo moral de Hume ( Hume, 2012).


1.8 IMMANUEL KANT ( 1724 – 1804)


Kant partía del punto de vista de que la diferencia entre el bien y el mal era algo realmente real, para Kant todos los seres humanos disponemos de la capacidad de razonar en cada momento si algo es bueno o es malo moralmente, por lo tanto la capacidad de distinguir entre el bien y el mal es innata como el resto de cualidades de la razón.
Kant también creía que, ya que los animales no poseen racionalidad, no podemos tener deberes hacia ellos excepto el deber indirecto de no desarrollar inclinaciones inmorales mediante la crueldad animal. Usó el ejemplo de mentir como una aplicación de su ética: debido a que existe un deber perfecto de decir la verdad, nunca debemos mentir, incluso si parece que mentir producirá mejores consecuencias que decir la verdad (Kant, 1724 – 1804).
  
  
1.9 EL UTILITARISMO

Los teóricos del utilitarismo clásico fueron filósofos ingleses como Jeremy Bentham o John Stuart Mill. Para ellos lo que hace buena o mala una acción son sus consecuencias entendidas como placer. Si algo hace feliz a un gran numero de gente es bueno, si  los hace infelices malo.
El utilitarismo es una teoría que tiene a su favor su simpleza. En muchos casos es sencillo aplicar el cálculo utilitarista en los conflictos morales. Pensemos por ejemplo en el caso de que tengamos que hacer una carretera para dar servicio a millones de personas. Puede que tengamos que expropiar terrenos de gente que no quiere dejar sus casas, pero la teoría utilitarista dice que la acción esta justificada, porque beneficia a muchos, aunque perjudique a unos cuantos (El Sedal MT, 2014).
   
1.10 EL POSITIVISMO

Es todo aquello que beneficia la sociedad, no debemos buscar sólo nuestro bienestar, sino el bien general colectivo. Esta ética tiene dos defectos:
  1. Desconoce los valores éticos personales;
  2. No siempre lo que beneficia a la sociedad en general es éticamente correcto.


Una ética positiva que mueva los nobles sentimientos de las personas supone en muchos casos vencer tradiciones que definían una moral preceptiva como el paradigma del bien, cuando en realidad era una acomodaticia norma de conducta más próxima de legar una justificación de conciencia que la experiencia positiva del ejercicio reflexivo del bien (Durkheim, 1993).



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